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Los adolescentes y el cigarrillo

 El uso del tabaco comienza en la adolescencia temprana, situación que provoca un aumento de problemas de salud futuros. Además tiene en los jóvenes un efecto directo en su capacidad deportiva, aspecto físico y cambios de comportamiento.

Fumar es un mal hábito que frecuentemente se inicia en los niños y niñas entre los 12 y 14 años, e incluso antes. Por lo general los lo hacen a escondidas simplemente por curiosidad, o por imitar a los adultos, lo que puede significar o dar señales de ser “osados” o “estar pasando falsamente a la adultez”.

Por otro lado, el menor siente que fumando se refuerza entre los grupos de amigos, ya que si sus pares lo hacen, es un medio para validarse e identificarse con el grupo.

El ginecólogo de CLC Paolo Ricci asegura que mientras más joven se empiece a incorporar estos elementos nocivos para la salud, mayor será el potencial daño y adicción. “Por ello es importante que los adolescentes y niños conozcan los reales daños que provoca el tabaco a nuestro organismo, información que también debieran manejar los colegios para educar al respecto”, recomienda.

Agrega que otro aspecto muy importante es la alta proporción de mujeres que se inician tempranamente en este hábito, incluso superando en algunos países a los varones.

Efectos en la práctica de deportes

El cigarro es incompatible con el desarrollo completo de un buen deportista. “Al aspirarlo, se incorporan una serie de sustancias nocivas al organismo, entre ellas, el monóxido de carbono. Esto implica que el deportista verá afectada su capacidad para realizar una correcta entrega de oxígeno a los músculos que lo requieran. La capacidad física disminuirá y se realizará un metabolismo de preferencia anaeróbico, en el cual se juntará más ácido láctico, habrá más dolor y menos desarrollo del potencial en el ejercicio realizado”, explica.

Además de lo anterior, los jóvenes fumadores también experimentan ciertos cambios físicos que perciben primero quienes lo rodean. “Los dedos, uñas y dientes se tiñen de color amarillo. El aliento, la ropa y el pelo adquieren olor que puede ser desagradable para los que no fuman. La piel también sufre cambios, ya que el cigarro es causante en la aparición temprana de arrugas”, afirma.

Otro efecto importante es el que produce en las mucosas. En la boca afecta las papilas gustativas, y altera la capacidad de percibir olores.

Cambios en el comportamiento

La nicotina es un alcaloide, y el responsable principal de la adicción que provoca el cigarro. Se trata de un compuesto muy dañino para la salud, considerado un veneno. Es capaz de llegar hasta el cerebro, al traspasar la barrera hemato-encefálica, responsable de proteger las estructuras neuronales de sustancias nocivas y que en este caso no es exitosa en frenar estos elementos.

La adicción que provocará es debida a la liberación de neurotransmisores del tipo Dopamina, que a través de diferentes y complejos mecanismos, tienen un efecto antidepresivo. Es decir, al igual que otras drogas, lleva a un efecto falso de bienestar. “Por estas razones y este efecto, es frecuente que las personas que fuman, cuando están nerviosas o necesitan darse valor, dicen que “requieren un cigarro”, para continuar la jornada. Con lo que refuerzan aún más el hábito de utilizar y necesitar esta droga”, asegura.

Papel de los padres

Es frecuente que quienes se eduquen en ambientes en que fumar es normal y aceptado, también desarrollen este hábito de adolescentes y de adultos. Si los padres fuman los hijos pueden imitar con mayor facilidad.

Por otro lado, si los padres fuman al interior de la casa o recintos donde estén sus hijos, también los están haciendo fumar de una manera pasiva, ya que el humo del cigarro con sus numerosos y nocivos elementos, queda en los espacios cerrados, siendo incorporados por los niños o adolescentes que habiten en ese lugar.

Para el profesional, los adultos que deciden voluntariamente fumar, y están informados de los daños potenciales a los que se verán expuestos con este mal hábito, deben evitar contaminar a quienes no deseen hacerlo, con mayor razón frente a sus hijos. “Por ello es mejor fumar afuera de la casa, y con el tiempo conversar con los niños acerca del tema para que no crezcan considerándolo como algo normal. Para que cuando sean responsables y autónomos decidan sobre su postura respecto al cigarro, teniendo plena conciencia y conocimiento de lo que puede producir este mal hábito en la salud”, concluye.

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