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Matrimonio: qué hacer en tiempos de crisis

Las crisis son situaciones naturales que se presentan dentro de los ciclos de las relaciones interpersonales. En el matrimonio estas situaciones pueden y deben superarse con buena voluntad y cierta dosis de inteligencia emocional. Pero si por alguna razón llega la crisis, ¿Qué se debe hacer? ¿Cómo afrontarla? ¿Cómo superarla?
Antes de que una crisis se manifieste surgen señales de que algo anda mal en una relación, poniendo en alerta a los implicados. Sin embrago, no todas las personas logran identificar esas señales -o aunque las identifican, se les dificulta aceptar que existen-, lo que finalmente hace que se genere una verdadera crisis.

No obstante, una crisis matrimonial no tiene porqué significar el fin de todo. Hay mucho por hacer antes de “tirar la toalla”. Será necesario disponer de todos los medios posibles y la plena disposición para superar las dificultades, que si se manejan de la manera adecuada, fortalecerán la relación, la harán más madura y servirá de aprendizaje para afrontar retos futuros.


Los puntos descritos a continuación, corresponden a cinco premisas que se deben tener en cuenta en tiempos de crisis conyugales y que si se siguen con atención, ayudarán a llevarlas a un feliz término.
Primero, aceptar que hay crisis. Para poder afrontar las situaciones, primero hay que hacerlas conscientes y aceptar que están sucediendo. Es frecuente encontrar que las parejas prefieren hacerse a la idea de que “aquí no pasa nada…” o insinúan que el otro es quien está “formando una tormenta en un vaso con agua”; bien porque sienten temor de aceptar la realidad, o bien porque no quieren salir de su zona de confort y piensan que las cosas mejorarán con el tiempo. Aceptar que el matrimonio está pasando por una crisis, no significa que esté sepultado.
Segundo, no empeorar las cosas. Cuando se vive una crisis de pareja, el ambiente que les rodea suele ser pesado, negativo y hay cierta predisposición a los conflictos, es por esto, que se debe evitar que la situación se torne más grave de lo que ya puede estar, en otras palabras: no hay que echar más leña al fuego.
Si realmente hay verdaderas intenciones de recuperar la armonía conyugal y salir de ese panorama pantanoso, lo primero que se debe hacer es presentar una actitud positiva. Para que las cosas cambien hay que empezar por uno mismo, así el cónyuge no muestre hasta el momento ninguna intención de cambio. Esto puede resultar difícil pues ya hay de por medio una desmotivación a luchar por el matrimonio, pero hay que partir del convencimiento que el amor es una decisión y todo es posible si se propone. No se puede olvidar que para lograr el éxito en el matrimonio no se trata de `encontrar una buena persona´, sino `ser una buena persona´.
Puede ayudar el hecho de recordar los momentos felices por los que han pasado juntos: los primeros años del matrimonio, el noviazgo, el nacimiento de los hijos, la adquisición de un bien, unas vacaciones… en fin, tantos momentos que se han compartido en pareja y que pueden ser fuentes de tranquilidad en los momentos tormentosos.
Tercero, no cerrarse al diálogo. La crisis perjudica la comunicación entre los esposos, lo que inevitablemente indispone el asunto. Cuando falla la comunicación, falla todo. Hay que empezar por dialogar con la pareja sobre la dificultad que está ocurriendo y entre los dos buscar las salidas al problema.
Cuarto, siempre hay algo por hacer. ¿Por qué la primera palabra que surge cuando se entra en crisis es “separación”? Claramente porque nos rodea un ambiente facilista que nos anula la posibilidad de luchar.
No se puede dar como perdida la batalla cuando ni siquiera se ha luchado por ganarla. Hay que ser optimistas y pensar que sólo es un momento de dificultad que puede solventarse. Todo en la vida requiere esfuerzo y dedicación, las dificultades matrimoniales no son la excepción. Desde que exista el deseo de mejorar las cosas, siempre habrá algo por hacer. En estos casos, precipitarse no es la mejor opción; se necesita tiempo, entrega, voluntad y ganas.
Quinto, buscar ayuda. En algunos casos no bastará con las buenas intenciones, ni los intentos por recobrar la comunicación. La orientación de una persona experta en el tema, alguien ajena al asunto que esté en el punto medio, sin parcialismos, ayudará a mirar el problema con más objetividad, desmontando dudas creadas que al final no tienen razón de ser.
De la misma manera, es natural que cada cónyuge le de un enfoque diferente al problema, generalmente culpando al otro. Sin embargo, una vez se acude a la orientación profesional, la crisis se canaliza bajo un mismo punto de vista, logrando entonces una solución rápida y acertada.

Toda crisis genera un cambio, un impacto que debe ser positivo y que en últimas afianza la relación. Crisis no es sinónimo de desamor, lo importante es superarla y sacarle partido a una situación que pudo ser negativa pero que cambió su cauce gracias al compromiso de “querer, querer”: ejercicio de la voluntad propio del amor matrimonial.

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