domingo

El descanso de los niños




Si un niño no duerme bien, estará más inquieto porque, a diferencia de los más grandes, el cansancio lo excita en lugar de aplacarlo. También influye en su estado de ánimo, de forma que puede estar más llorón o de peor humor. Además, la fatiga es el enemigo más directo de la concentración. Es difícil que un niño adormilado se pueda centrar en su tarea, lo que influye directamente en su rendimiento académico. En algunos casos puede ser, incluso, la causa del fracaso escolar.



Resulta habitual que los bostezos se encadenen en las primeras horas de la mañana. La mayoría de los niños andan faltos de sueño. Los nervios de principios de curso, los madrugones para llegar a tiempo a la clase, la tensión de los exámenes o las largas veladas ante la televisión o la computadora hacen que no duerman lo suficiente.

Nuestra obligación de padres es crear una rutina de la hora de acostarse y de levantarse. Desde pequeños deben acostumbrarse a ir a la cama a una hora razonable, siempre la misma. Si tienen creado el hábito, será algo tan natural como comer, jugar o bañarse.

Este descanso de los niños es también la base de nuestro descanso mental; necesitamos que a una determinada hora del día los niños desaparezcan del mapa para poder dedicarnos a nosotros mismos o a nuestra pareja.

¿Y si no hay forma de que se levanten por la mañana? Con los dormilones habrá que ser más cuidadosos para que se acuesten antes. Después conviene despertarlos sin apuro, de forma tranquila, para que remoloneen un poco o se queden unos minutos más en la cama, pero no tantos que no les dé tiempo a lavarse y desayunar tranquilamente.

También están los que se despiertan a las 7 de la mañana incluso en días festivos. Si acostarlos un poco más tarde no da resultado, se impone nuestro sacrificio. Ya crecerán…





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