El dormitorio del niño es el gran sueño de los padres, el palacio del pequeño rey, el lugar donde éste duerme, come y juega; por consiguiente, es lógico que responda a los requisitos higiénicos fundamentales: deberá ser luminoso, bien aireado, y mantenerse a una temperatura constante (la ideal es la de 18 grados). Convendrá decorar las paredes con colores y dibujos alegres, poblando así de imágenes festivas el pequeño mundo del niño.
Los tonos claros son muy recomendables, pero sobre superficies reducidas o bien combinarlos de modo que no puedan provocar confusión o turbación. Las paredes, por ejemplo, pueden ser de color rosa difuminado, con cortinas azules que tengan algún motivo rojo; para los pavimentos se recomienda el laminado plástico, muy higiénico y funcional. Las paredes pueden decorarse también con tonalidades amarillas que armonicen con el suelo, complementando la decoración con unas cortinas de fondo color marfil con vivos motivos amarillos. Los niños que aún no han cumplido los doce años prefieren el rojo, pero más tarde será preferible sustituir este color por un verde oscuro, un marrón o un azul intenso.
Las telas de cretona floreada confieren un aspecto fresco y vivaz a la habitación de una niña, pero más tarde la jovencita preferirá colores uniformes y tonalidades sobrias, con el fin de que resalten los adornos, las chucherías y los almohadones de tonos vivos.
VIA crecebebe.com
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