Te pedimos, Señor,
que nos ayudes a recobrar un corazón sensible
que se muestre interesado
por las penas y alegrías de nuestro mundo.
Un corazón como el tuyo,
abierto a las necesidades de los demás,
dolorido ante el sufrimiento ajeno,
presto a salir al encuentro
de quien nos necesite;
un corazón que se vuelque en nuestras manos
y en nuestros labios, que hable de cercanía y de amor,
un lenguaje de auténticos hermanos.
Isabel Gómez-Acebo
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